¿TIENE FUTURO LA CIENCIA FICCION?

Por José Antonio Suárez

 

Ronda una persistente idea por las mentes de muchos aficionados: el campo argumental de la CF está agotado. Han quedado muy atrás los tiempos en que el género parecía estar llamado a cambiar al mundo, o por lo menos, la forma que nosotros teníamos de contemplarlo. Hoy, la tecnología invade nuestras vidas, el futuro nos ha alcanzado, ya está aquí con nosotros, en nuestro trabajo, en nuestra casa, en el bar de la esquina. La ciencia ficción deja de ser ficción y se convierte en realidad, y ahí pierde su maravilla. El campo del género se ve más reducido, más acotado que hace unas pocas décadas, en donde todo parecía posible: colonias en la luna, estaciones gigantescas rotando alrededor de la Tierra, viajes interestelares... Pero nuestro conocimiento del sistema solar ha ido frustrando muchos de nuestros sueños. Allí arriba no parece haber más que mundos inhabitables para el hombre, cuya colonización es económicamente impracticable. La realidad hace trizas nuestros sueños, la gente se desengaña al ver que han pasado ya casi treinta años desde que el hombre llegó a la Luna, sin que se haya conseguido mucho más en ese terreno. La colonización del sistema solar a medio plazo no resulta factible, y mucho menos la de otros sistemas planetarios.

Añadamos a esto que prácticamente todos los temas posibles ya han sido tratados una y otra vez por los novelistas, y que es extremadamente difícil ser innovador en la literatura de género. La época dorada de la CF ya ha quedado muy atrás. ¿Acaso su tiempo ha pasado?

No lo creo. La clave de la innovación no es la búsqueda de la originalidad, sino un punto de vista diferente a una idea que ya ha sido mostrada a los lectores. Si partiéramos de la premisa del agotamiento de ideas, deberíamos forzosamente deducir que otros géneros como el terror, la fantasía, o la misma narrativa general, se encuentran agotados hace tiempo. La CF no está más limitada en su desarrollo de lo que pueda estarlo el resto de la literatura, y aunque esto parezca una obviedad, no deberíamos olvidarlo.

Tampoco podemos caer en sueños utópicos de que la CF vaya a revolucionar al mundo, ni siquiera de que consiga hacerlo un poco más racional; si acaso, todo lo contrario. Los modernos avances de la física subatómica están introduciendo en nuestra concepción del universo razonamientos difíciles de comprender que desafían la lógica; el mundo es mucho más complicado de lo que los antiguos creían, y la alternativa más simple no siempre resulta la más correcta. El universo sería demasiado poco si pudiéramos comprenderlo.

Los humanos necesitamos algo en qué creer. El declive de la CF en los últimos años quizás sea debido a nuestra convicción de que todo está ya inventado y reinventado. Los ordenadores no tienen ya nada de maravilloso, están entre nosotros y nadie se sorprende cuando se habla de robots, de láseres o lanzaderas espaciales. Las sondas Voyager y Viking nos dieron una imagen del sistema solar muy alejada de los sueños entusiastas de los escritores de los años sesenta. ¿Para qué gastarse sumas enormes en exploraciones inútiles? Ahí fuera sólo hay unas cuantas rocas muertas. Y vacío.

Sin embargo, algo está a punto de revolucionar nuestra perspectiva del cosmos. El hallazgo, por primera vez en la historia, de pruebas de la existencia de vida extraterrestre ha servido de aldabonazo para que la carrera espacial vuelva a ponerse en marcha. Marte, un planeta del que hacía años nos habíamos olvidado, está concentrando la atención de la comunidad científica. El año 97 será decisivo en la búsqueda de vida fuera de nuestro mundo. Puede que la sonda Pathfinder encuentre en el planeta rojo algo más que microbios, y en ese caso, ¿qué sucederá? ¿Podrán ir nuestros hijos a Marte el próximo siglo? ¿Podremos ir nosotros mismos, gracias a las modernas técnicas de telepresencia? Lo mejor todavía está por venir.

Quizás lo más positivo de todo será que recuperaremos nuestra capacidad de creer, de mirar el universo como lo haría un niño, sin prejuicios, conscientes de que no lo sabemos todo, de que nuestro entorno es un lugar fascinante que merece la pena explorar, ilusionados de nuevo por descubrir los secretos de un planeta que hasta hace poco carecía de interés y que se revelará como una auténtica fuente de sorpresas. La CF recobrará probablemente el lugar de privilegio que se merece como auténtica literatura especulativa, capaz de transmitir la emoción de lo desconocido, y la certeza de que en el curso de unas pocas décadas viviremos acontecimientos que marcarán para siempre la historia de la humanidad.

El futuro volverá a fascinar al mundo entero. Y la CF estará allí para contárnoslo.