Cáprica: the end

 

En 1978, y a rebufo del éxito de Star Wars, Glen A. Larson lanzó una serie donde los supervivientes de la guerra entre humanos y cilones eran perseguidos por éstos a través de la galaxia. Impactante en algunos momentos, la serie no acabó de cuajar. Su orientación hacia un público adolescente y unos guiones muy flojos acabaron sacándola de la parrilla televisiva, tras un fallido intento llamado Galactica 1980, que era aún peor.

En 2003, todo eso cambió. Ronald D. Moore se propuso resucitar la serie, cuyo núcleo básico se mantiene, pero actualizándola, con un tono más oscuro que alcanza la edad adulta y su propia voz. Éste es uno de los raros casos en que el remake supera al original, quizá porque la nueva Battlestar Galactica va mucho más allá, desmonta el original y rearma el conjunto desde otras premisas. La serie se extendió a lo largo de cuatro temporadas y cosechó un alto éxito de crítica y público. Tras su conclusión, sus creadores idearon un spin-off, una precuela que expusiese los acontecimientos previos a la guerra entre humanos y cilones.

Esta precuela se llama Cáprica, y se ha despedido tras 18 episodios con un cierre apoteósico que no defrauda a sus seguidores y cierra muchos cabos sueltos. A pesar de que los índices de audiencia no han sido favorables para la renovación por una segunda temporada, Cáprica ha mantenido un nivel de calidad notable, narrando el nacimiento de los cilones en el marco de un movimiento integrista religioso, que tanto preocupa ahora a los americanos. Políticamente incorrecta en algún momento (la líder del movimiento terrorista es una mujer vestida de monja), Cáprica se aparta del sota, caballo y rey televisivo y tiene su propia personalidad; el espectador no encontrará zombis, vampiros ni comedias de consumo adolescente. Cáprica es la crónica del miedo incrustado a raíz del 11S, con la voz de una sociedad que aún no ha comprendido que la causa del resentimiento de otras culturas hacia ella no es la envidia, sino la la pasividad ante la injusticia y el dolor ajeno. Cuando el terrorismo te muerde el culo, deja de ser un asunto de países de tercera y se convierte en un problema internacional de primera magnitud.

En esa crónica del miedo, Ronald D. Moore aprueba con nota, aunque adolece de cierta lentitud de la acción, más acusada en la primera mitad de la serie, y que a la postre le ha pasado factura. Alejada de chillones efectos especiales, Cáprica habla de nuestra realidad, de la maldad irracionalista y de nuestro anhelo de vivir para siempre. No descubre el Mediterráneo, es cierto: la eternidad virtual ya estaba inventada antes de Cáprica; físicos como Frank J. Tipler especularon sobre el sustrato que cimenta la serie, pero Moore lleva esa especulación un paso más allá, la incardina en nuestro presente y la proyecta en un universo ficticio que no es sino un reflejo de nuestro mundo.

Lamentablemente, no podremos disfrutar de su desarrollo en nuevos episodios. Cáprica ha terminado. Es historia.

Pero ha sido una historia excelente.

 

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